He terminado la última novela de William Gibson publicada en España, País de Espías, en inglés Spook Country. Como siempre, la trama por más inteligente que sea no deja de ser una excusa.
En mosaico, nos retrata personajes interesantes y un mundo, este mundo, el nuestro, con sus corrientes subterráneas, marginales y como influyen en el funciomaniento del poder: el poder del miedo, del dinero, de la banalidad, pero también su némesis, el poder de la voluntad, de la creatividad, el de la fe y el coraje.
Quizás, a quien lo lea, mi personaje favorito, Milgrim, no les parezca precisamente un representante de la Voluntad, el Coraje o la Creatividad. Sin embargo, en su enfermedad, lo es. Su adicción es consciente. Aunque su fe es triste, adulterada, egoísta. Pero la entiendo fruto de una elección. Gibson no le juzga, como no juzgó al protagonista de Neuromante. Milgrim es un yonki de las benzos extraordinariamente inteligente que se ha buscado una celda propia. Su pecado es el pecado de la pereza, la acedia, El Demonio del Mediodía. Curioso que este personaje no pare de leer un ensayo sobre el mesianismo herético medieval (uno de mis favoritos, En pos del Milenio de Norman Cohn).
Me gustaría hablar de la Pereza o Acedia otro día. Y de lo que les reserva Dante en su purgatorio a los perezosos. Más miedo da el psicópata de Seven y su castigo.