¡Prueba superada!...un viacrucis mínimo, aunque con sus estaciones y lamentos y casi, casi con su duración: dos horas y media de cola, en secano feroz, bajo un sol todavía inclemente a estas alturas del año, y con el viento de poniente añadiendo dramatismo a la escena, cuya escenografía se completa, para combatir la asadura, con tan sólo un par de bancos bajo sendos árbolitos, eso sí, algo más frondosos que el pasado año, pero aún así, penosamente insuficientes.
Pero allí estábamos, un buen grupo arracimados, pendientes de cada avance en la cola para salir del cobijo, arrastrarnos hasta el coche abandonado en la fila, y avanzar un puesto en el turno...Cuatro inspectores para cinco líneas y un buen número de ciudadanos y ciudadanas conductores, aguardando, con difícil dignidad, cumplir con el trámite. ¡Y, ojalá! Porque la ídea de no superar la inspección y tener, por tanto, que volver a pasar por aquello de nuevo sublevaba las poquitas celulas rebeldes que aún me quedan...En palabras de un señor, ya mayor, sentado a mi lado: "Entre el tiempo que se pierde, y los gastos, casi vale la pena comprarse un coche nuevo que pasar cada año por ésto, la madre que los parió·" A quién parió la madre no quedó claro, porque se produjo un nuevo avance en la fila, en cualquier caso, a cualquier autoridad local, autonómica, estatal o cumunitaria que tuviera que ver con el asunto. Sin embargo, ¿quién puede permitirse cambiar de coche cada cinco años sin vivir al límite del deshaucio? Desde luego, ninguno de los que allí estábamos.
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