viernes, enero 28, 2011

Cretinismo de la Vanidad.



A pesar del intermitente bombardeo en los medios generales o especializados sobre los efectos adversos sobre la autoestima de chicos y chicas que tiene la falta de un criterio aceptable a la hora de clasificar en un standard las tallas de ropa, sobre todo en cuanto a las chicas, y de los optimistas titulares emborronadores de la realidad tipo "Viva la talla 48" o Vuelven las curvas, la verdad se impone. Es evidente que un desfile de moda es una exposición pero también es espectáculo. Se entiende que los diseñadores busquen el impacto más allá de sus diseños o quizás, y nunca mejor dicho, para arroparlos. Por ejemplo, tenemos un tipo que en la semana de la moda de Berlín saca a desfilar a sus maniquíes con la boca borrada y ahora el sueño de algunos de estos diseñadores parece haberse hecho carne: la percha perfecta. No culo, no caderas, no tetas. Pero es que, espera, Andrej Pejic no es una mujer. Puestos a causar sensación, me quedo con Gaultier y Beth Ditto.

Hay una teoría feminista que por encima viene a decir que la aceptación de los cánones de belleza que nos vienen así impuestos -a diferencia de los principios del XX-, más bien someten a la mujer, la tienen controlada y aplastada con complejos, dietas y esfuerzos superfluos. Exactamente como, entre otras cosas, consiguió el rey Sol someter a sus nobles: inventado la moda, una moda elaborada y complicadísima de lucir y un montón de rituales cortesanos que los condenaban al cretinismo de la vanidad.

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