Durante la guerra civil española las democracias europeas quizás temerosas del comunismo pasaron de ayudar a la República mientras los fascismos instalados en Alemania e Italia -los mismos que muy pronto iniciaron una cruenta guerra- no se cortaron en apoyar el alzamiento. También fue el temor al comunismo el que llevó a la Iglesia a no condenar esos fascismos e incluso a apoyarlos abiertamente aquí y en Latinoamérica. Ahora las autocomplacientes democracias europeas dejan a su suerte a las poblaciones de los países árabes que luchan por conseguir elecciones generales, una constitución y un gobierno no enquistado en corruptelas. El espantajo que agitan ahora no es el del comunismo, sino el del islamismo.
Si la Fortuna ayuda a los audaces, esos audaces ya no están en Europa ni mucho menos en los USA, sino entre los jóvenes airados que han salido a la calle buscando el cambio y la esperanza. Solos. Se habla de la revolución iraní, del temor de Israel, de la alianza de Mubarak, pero ¿quién se acuerda de la Palestina ocupada? ¿de la desesperanza de las poblaciones que enfrentando su miedo se manifiestan contra sus gobiernos?
¿La imagen de muchos informativos estos días? Las Pirámides sin turistas.
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