Desde marzo tengo los últimos números USA de Hellblazer sin leer. En septiembre ECC publicó el último tomo en castellano, que también tengo y que tampoco he leído. No he podido afrontar el final de mi cabecera favorita. Aún. Quizás se cumpla el año y aún no haya sido capaz de hacerlo. Seguramente pueda parecer banal escribir una entrada como ésta tras la triste pérdida que mi familia y yo hemos sufrido este mes maldito. Pero ¿hasta que punto un personaje de ficción lo es? ¿No nos representa de algún modo? Lo elegimos, vive con nosotros, está en nuestros recuerdos e incluso en nuestras vivencias con amigos y enemigos; acaba, como cualquier otra experiencia, formando parte de nuestro carácter y de nuestro humor (el "mood" anglosajón). Y ahora mismo, el simple hojear "Humo y cigarrillos" y llegar a la viñeta final con la que nos obsequia el grande Bisley con un John espantado en estupor vestido como el típico jubilado de la Blanca Albión, disfrutando de su pinta junto a la típica parroquia en el típico pub británico, me aterroriza. ¿Qué le ha hecho Peter Milligan a mi John? ¿qué precio le han hecho pagar su sobrinos y Epiphany a cambio de esta "vida" que seguro aborrece? ¿Quiero saberlo? ¿Justo ahora? No.
Y aunque sí he leído la nueva cabecera "Constantine" y seguido sus pasos anteriores (cebo echado con inteligencia a los fans por DC cómics) en Justice League Dark antes y después de la cancelación, este John por mucho que me pueda gustar, es la metadona del toxicómano, la sacarina del diábetico, el cigarrillo de vapor del fumador.
Todo llega, todo pasa. Sin embargo, siempre habrá personas testarudas. A algunas cosas debemos resignarnos, pero otras dependen de nosotros.
Y este final lo controlo yo.
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