A finales de julio escribí una pequeña reseña sobre Sigyn, la esposa de Loki. Ahora, leyendo el volumen 4 de la edición de lujo de Lucifer, que me venía reservando, descubro bajo el magnífico dibujo de Peter Gross y Ryan Kelly como Estrella de la Mañana atraviesa el mundo de los elfos oscuros para llegar al lugar donde Loki de los Jötun sufre su castigo. La imagen harapienta, demacrada y famélica de una Sigyn dedicada a evitar el dolor del esposo es de lo más impactante, sobre todo después de ver las idealizadas interpretaciones de finales del XIX y principios del XX sobre este mito. Me molesta cierto machismo en el trato de Lucifer hacia esta mujer y me encanta el sentido del humor y del negocio que todavía conserva Loki.
Es extraña mi adicción con esta cabecera, teniendo en cuenta la antipatía que siento por su protagonista. Mérito de Carey y Gaiman que encarne tan bien el pecado que representa: la soberbia. Lucifer se ve a sí mismo como la encarnación de la libertad individual llevada al extremo. Soberbia, narcisismo y puro servicio a la propia voluntad sin importar los "daños colaterales". El gran embaucador, que a escala humana, sería un peligroso psicópata.
Dicen que el mejor truco del diablo es haber conseguido hacernos creer que no existe. Pero no. Lo vemos cada día.
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