My rating: 4 of 5 stars
Nunca me he considerado una puritana, no soy una puritana, aunque es posible que adolezca de un sentido de la ética -que algunos considerarán muy de pequeña burguesa-, que hace que ciertas deslealtades me escandalicen. Y en esta novela, con su punto de sátira a una determinada élite social e intelectual, la lealtad se somete a la pasión, y la pasión es un pelele. Casi como nuestro protagonista. Porque, en mi opinión, esta es la historia de un pobre y nefasto imbécil, un memo no desprovisto de inteligencia o gusto, solo eso, un pijo egoísta sin nada que aportar, casi inane, sobre el que, curiosamente, todos los demás parecen girar y burlar. Aún así en este baile de parejas, de manipulaciones, de enamoramientos y puertas giratorias, Martin es el más autoconsciente de su egocentrismo sin propósito de enmienda; al menos huye de la mendacidad en su relato. Quizás es aquí donde radica lo cómico en esta sátira, además del obvio enredo amoroso en crescendo: alguien que se sabe inmaduro y egoísta siendo tratado impunemente de generoso y lleno de bondad natural, cuando casi prácticamente no se le deja otra elección.
Salvemos, además y por supuesto, de este grupo de hipócritas a los que se les llena la boca y los gestos de amor, modernidad, humanidad, entrega y falsa bondad, a Honor Klein. Quizás sus estudios en Antropología sean su cuartada, pero la bondad o la maldad no son nada para ella. Martín la compara con una diosa, un ídolo o un demonio, alguien no de este mundo, fuera de la leyes y convenciones de los mortales. Ella hace poco para disuadirle.
La novela para mí tiene más de sátira que de comedia, aunque se la defina como esta última. Está inteligentemente y preciosamente escrita; con diálogos brillantes y otros de una idiotez buscada casi teatral, y todo a un ritmo sostenido perfecto. Sin embargo, pese a que me ha enganchado y gustado, me ha parecido de todo menos divertida.
Pero quizás sea cosa mía.
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