Empieza este segundo ciclo con Mao Mao ya en el Palacio Exterior y al servicio de Sr, Jinshi. Siguen los malentendidos, especialmente por la ensimismada Mao Mao y el desconcierto del Sr. Jinshi resulta conmovedor. En este tomo, aunque los casos siguen siendo interesantes, especialmente el de pez globo y el del cincelador, algunas transiciones entre episodios me han parecido algo abruptas, y me han desconcentrado. Sin embargo, la aparición de nuevo y desagradable personaje añade nuevas posibilidades de complicación y me deja con ganas de empezar ya el siguiente tomo.
There, there, Radiohead
Autores de la canción: Philip James Selway / Jonathan Richard Guy Greenwood / Edward John O'brien / Thomas Edward Yorke / Colin Charles Greenwood
Un thriller no demasiado original, pero que se lee fácil. Está escrito de forma ágil ya que no podemos hablar de calidad literaria. Los personajes son planos, y el deseo de que empaticemos con la protagonista casi nos hace aborrecerla de las veces que se nos describen sus inseguridades, poca madurez y eso sí, deseo de superación. El resto de personajes, incluido el villano, tiene aún menos profundidad. Ahora bien, me ha enganchado lo suficiente para acabarlo. Es corto y, como he dicho, se lee se sin complicaciones y al final a todos nos gusta saber qué pasa con el malo y como lo pillan. Poco más.
Y es una pena. El Sheila Stone ha sufrido una terrible lesión durante la celebración del combate en el que se jugaba el oro olímpico, que por supuesto pierde. La lesión le impedirá seguir con la disciplina deportiva que ha sido su vida hasta ahora. Atesora además unos celos irracionales pero comprensibles hacia una hermana mayor exitosa, quién es justamente la que le tiende una mano para salir del pozo. Y ese salir de pozo será participar en la investigación de un asesino de mujeres. Clichés aparte, todo ese potencial, queda en nada.
Decidió entregarle una tarjeta el día de San Valentín.
Pasó días enteros buscando material. Encontró lo que quería en un viejo libro infantil ilustrado. Era una acuarela descolorida de tres amapolas compartiendo un campo con unos tréboles de tono rosado y algunos hierbajos inocentes. Una abeja de color miel y ojos soñadores subía por un tallo. Un saltamontes verde mar volaba por un cielo azul borroso y desvaído, los ojos medio cerrados de felicidad, las peludas patas delanteras colgando ridículas, las patas traseras pateando jubilosamente el aire. Era un dibujito distorsionado y febril. Los colores estaban todos mal. Le hizo pensar en el paraíso.
Lo arrancó del libro y lo cubrió con un papel de seda para que la escena, cubierta por el brumoso velo amarillento del papel, fuera más remota y misteriosa. En la parte de abajo dibujó con trazos irregulares cinco corazones de tamaños diferentes y los pintó de rojo. Debajo escribió: «Voici le temps des assassins».
Ha coincidido sin yo quererlo que empezando a leer este libro se cumpliera el aniversario del fallecimiento de mi padre. Y ha sido extraño ver de qué diferente forma se puede encarar el duelo, y qué idea tan distinta se puede tener sobre el pudor a la hora de retratar a alguien a quién sin duda quisiste mucho, aunque la autora, respecto a su padre, no utilice explícitamente la palabra amor. Tampoco hace falta.
Tras la muerte de su padre la autora necesita escribir sobre él, y por tanto también sobre ella, y la distancia que se abrió entre ambos cuando la formación, la educación permite a la hija realmente elegir. Lo intenta, pero en este deseo de preservar al padre, descarta pronto la novela, y opta pues por esta crónica retrato escrita en un lenguaje directo, sin florituras, con cursivas que enfatizan palabras y frases clave y genuinas porque nacen de los protagonistas y los definen sin necesidad de más explicación. Vemos aquí que la conciencia de clase es más bien el descontento de clase, la lucha por el ascenso, pero sin verdadera ambición, el orgullo en una resignación que se finge dignidad.
El libro está maravillosamente escrito. Nada falta ni sobra, y la razón del título -el lugar- queda perfectamente clara.