El viento ha soplado con tal fuerza esta noche que en algún momento he temido salir volando con la cama sobre mi balcón hasta caer a plomo sobre la terraza de mis vecinos. Ululaba el viento, movía ventanas y puertas incluso cerradas como si quisiera aspirarlas y seguía quejándose frustrado. Además, como un búho loco, la intermitente e incansable alarma de la grúa de una cercana obra no paraba de sonar El mecanismo de seguridad de la maquina, al ser movida por el viento, avisaba como si estuviera en funcionamiento. He recurrido a tapones para los oídos. Y he conseguido volver a dormir. Mal, pero he dormido. Tapones. La mejor solución contra ronquidos y ventiscas.
Otros sonidos no hay quien los acalle.
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Foto Zeldon Riveiro.
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