Necesito esta sonrisa, infantil y cálida, y mi concha de caracol, aún más infantil y cálida. Ojala hibernara como los caracoles terrestres, y asomara para mi cumpleaños con esa sonrisa nueva.
Necesito esta sonrisa, infantil y cálida, y mi concha de caracol, aún más infantil y cálida. Ojala hibernara como los caracoles terrestres, y asomara para mi cumpleaños con esa sonrisa nueva.
(...)Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra (...)Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (...) Mt5, 1.12».
Dicen los entendidos que una manera de transmitir amabilidad por teléfono es sonreír mientras se conversa, aunque lógicamente, no se aprecie el rostro. Al parecer, la sonrisa repercute positivamente en el tono cálido de nuestras palabras.(...)Algo parecido cabe decir sobre los incisos y los silencios de quien escucha. Unos y otros dan una pista del interés que despierta nuestra conversación
Veza tenía varios de esos autores predilectos, todos le eran igualmente queridos y su aprecio hacia ellos crecía con el paso de los años, quizá porque no se venía a añadir nada verdaderamente nuevo. Cuando hablaba de novelas siempre se refería a personajes. Estaba habitada por ellos como si se tratara de amigos íntimos, que con los años se volvían más importantes.
"Fiesta bajo las bombas", Elías Canetti