(...)Ella también conocía el asco del que le había hablado. Lo sentía hasta el punto de poder llamarlo por su nombre.
En su primera juventud, cuando la despreciaban, cuando delante de ella se despreciaba lo que se desconocía, cuando se destruía gratuitamente algo hermoso, cuando alguien se ensañaba con otro por el simple placer de revolverser en el fango y provocar la risotada, Zdena experimentaba un persistente malestar que en su cerebro había bautizado como asco
"Acido sulfúrico", Amélie Nothombe, Anagrama pag 43.
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