domingo, diciembre 27, 2009

Gaza

Un año después de que Israel atacara Gaza, la situación de miseria y desesperanza sigue igual. El embargo israelí les impide la resconstrucción y la apatía internacional los abandona al olvido. Cito una parte del artículo de Ana Carbajosa para el País.

Ahora ya no hay guerra, pero hay mucho miedo y desesperanza. Enas Youda, una enfermera psiquiátrica de Gaza, asegura que después de la guerra la gente se quedó como anestesiada, sin sentimientos; pero con el tiempo las emociones han aflorado con fuerza. Durante la ofensiva, la gente contaba que no había lugar en el que sentirse a salvo, que en toda la franja llovían bombas. Un año después, el miedo se ha enquistado y el sentimiento de vulnerabilidad se vuele hipervigilancia y se expresa en forma de rumores que diseminan la angustia por la franja. (...)
Pero lo cierto es que la gente vive en Gaza a golpe de sobresalto; temiendo lo peor y haciendo esfuerzos inhumanos por concentrarse en la supervivencia del presente sin mirar a un futuro del que no esperan nada bueno.

El enésimo susto que mantiene ahora en vilo al millón y medio de pobladores de la franja son las obras de los egipcios en la frontera. La prensa israelí publicó que el Gobierno egipcio piensa construir un muro que acabaría con el negocio de los túneles. Ante el temor a quedarse sin alimentos, los vecinos de Gaza corren estos días a las tiendas para aprovisionarse con lo que pueden, pues un 80% de ellos depende de la ayuda alimentaria de la ONU.

La ansiedad no sólo se deja ver en las tiendas. También aparece en las camas que los niños mojan porque se acuestan con miedo y en las frases que pronuncian los adultos en las que cada vez se escuchan más tartamudeos según los expertos. Y en la mano que levantan los padres que con la violencia quieren solventar la pérdida de autoridad que sufren en sus familias rotas. Cuentan los psicólogos que muchos niños han perdido el respeto a sus padres, porque cuando caían las bombas fueron incapaces de ofrecerles protección, y porque un año después siguen sin ser capaces de alimentar a sus familias, como la mayoría de los padres del resto del mundo. Por eso, cuando los ataques de artillería arreciaban hace ahora un año, desde el centro comunitario de salud mental de Gaza se lanzaba un mensaje urgente por la radio. "Abracen a sus hijos, apriétenlos contra su pecho. Es importante que se sientan protegidos".

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